Imagino que todos conoceréis, al menos de oídas, la República Checa. Ese pequeño país centroeuropeo con capital en Praga. Ah, ¿ahora sí? Praga es una de esas ciudades famosas. Detrás del telón de acero, poco a poco han conseguido adaptarse al nivel occidental y ahora representa un magnífico destino turístico al que acercarse a conocer una de las capitales europeas más bonitas. Al menos eso dicen. No les vamos a negar el título. Puede que Chequia (llamado así de manera oficiosa) no sea uno de los destinos más atractivos, más si tenemos en cuenta que cerca está Dresde, Nuremberg, Viena o, incluso, Budapest.

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Puede que os preguntéis, «pero Bori, ¿qué tiene que ver el país del gran Antonin Panenka con el Txoko? ¿Ese no sería un contenido más propio del blog?». Pues sí, pero eso será mañana en uno de esos crossovers interblogueriles que tanto me gustan. Saco esta entradilla a colación para dar un poco de contexto sobre la magnífica cena checa que pudimos degustar una serie de blogueros, periodistas y blogueros-periodistas en un txoko (físico) frente a la bella ría de Bilbao. Se trata del #txokotxeko una actividad organizada por BlogonBrands y patrocinada por la agencia de Turismo de la República Checa en España (@CzechTourism_es) para dar a conocer la nueva ruta Bilbao-Praga que empezará a operar Czech Airlines desde el 1 de junio hasta finales de septiembre. Dos vuelos semanales en lunes y viernes, con vuelta los jueves y domingos. 

Así, nos juntamos quince personas para poder disfrutar de un menú consistente en sopa kulajdagoulashstrudel. Sencillo, simple y sabroso. Nuestra anfritiona, Markéta Lehecková, es la responsable del turismo checo en España. Nada más llegar nos dio a probar un vino blanco de la región de Moravia, al sur del país. Aunque Chequia sea un auténtico titán en cuestiones cerveciles (consumen de media 132 litros por habitante al año), también producen buen vino. Sin ser un experto en vinos, solo puedo decir que ese blanco me gustó. Pelín ácido. Aunque no llegaba al nivel del txakoli.

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Mientras nos explicaba un poco la configuración del país y el flujo de turistas, en la cocina se preparaba, a fuego lento, la sopa. Un brebaje compuesto básicamente de setas y procedente de la región de Bohemia (sí, la de los cristales de Galería del Coleccionista). Markéta nos comentó que quería hacerla con boletus, pero al no encontrar cuando hizo la compra, se decidió por los champiñones, que tampoco es mala opción. Se sirve caliente y con un poco de nata agria por encima (aunque lleva per se). También lleva granos de pimienta enteros para darle sabor, pero no se comen. A mi me recordó mucho a la sopa típica navideña islandesa que hacen los abuelos de mis primas. Deliciosa.

La olla mientras se preparaba el goulash.
La olla mientras se preparaba el goulash.

El segundo plato fue el goulash, que al menos de nombre suena bastante. De las películas de la II Guerra Mundial o centradas en el bloque soviético. Supongo que cada región tendrá sus distintas formas de preparar este plato. Nosotros lo hicimos (sí, desde cero) con carne de cerdo, aunque se suele hacer mucho con pavo o ternera. Markéta nos explicó el auténtico secreto de este guiso: la cerveza negra. En vez de echar agua, utilizan rica cerveza checa para darle un toque distinto. ¡Y vaya toque! Pude probar esa cerveza y salí encantado con ella, pero prefiero dejarlo para un post la semana que viene. Tranquilos, también subiré la semana que viene las recetas completas para que podáis disfrutar de una jornada checa en vuestra casa. ¡No es tan difícil!

El strudel entero antes de ser cortado y servido.
El strudel entero antes de ser cortado y servido.

Finalmente el postre, el strudel. Aunque el plato pueda parecer austriaco o alemán, por aquello de la proximidad, según explicaron eso no es del todo así. La receta original es checa. Se podría decir que es un postre típico del país, aunque no se lleguen a poner de acuerdo con su plato nacional (¿el nuestro sería la tortilla?). Según contó Markéta, las criadas checas que iban a servir a las casas de la nobleza austrohúngara en tiempos del Imperio (época de Sisi y anterior) llevaron la receta de ese postre y acabó popularizándose en los países vecinos hasta adoptarlos como propios. Yo no pude evitar recordar la mítica escena de ‘Malditos Bastardos’ cuando el coronel Hans Landa invita a Emanuelle Mimieux (en realidad llamada Shoshanna Dreyfus) a degustar el mejor strudel de París. «¡Ah! Espere a la nata». Luego apaga el cigarro sobre esa maravilla culinaria. Casi hubo hostias por llevarse a casa un trocito de la República Checa en forma de sobras de strudel.

Y así, sin comerlo ni beberlo, nos dieron las once de la noche y ya se empezaba a hacer tarde. Una gran velada en el Txoko Arbat de Deusto para disfrutar de la gastronomía de un país que nos suena, con una capital que conocemos, pero que realmente no tenemos ni idea de las maravillas que podemos encontrar en el país. Pero eso será mañana, en el blog. Ya profundizaremos. Y la semana que viene seguiré dando la murga para hablar de cerveza y las recetas de estos platos deliciosos que probamos en el #txokotxekoDěkuji mnohokrát

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