De los primeros locales que me guardé en Yelp fue este: Casa Pepa. Es el restaurante de la tía de una buena amiga, María Bernal, que ya paso por el trago del cuestionario culinario. De hecho, en el mismo cuestionario mencionaba el restaurante. Así qué aprovechando mi visita a Valencia nos juntamos unos cuantos amigos a probar la comida casera de Pepa Talavera. Y salimos encantados.
El local se encuentra cerca de la estación de metro de Ayora (Línea 3, dirección playas) y de la Avenida Blasco Ibáñez. Se trata de un restaurante muy pequeño y familiar. Apenas ocho mesas. Fuimos seis personas: Javi López (@JaviLopezG), María Bernal (@MariaBernalT), Pilar Martinez (@pilarmr), Carballo (@carballo) y Javi Olmo (@failurez). Cuando llevamos, teníamos tres reservadas para el grupo y el resto estaban llenas. La mejor carta de presentación posible. De hecho, al sentarnos y ver las cartas, la decisión era bastante, bastante difícil.
Nos dejamos guiar por María, mientras @Carballo asentía y rememoraba las visitas anteriores. Iba apuntillando las recomendaciones de María con un «sí, eso estaba buenísimo». La especialidad de Casa Pepa son las croquetas. Así que nos pedimos una de cada para probar. A eso le sumamos las colochinas, un carpaccio de berenjena, dos sartenekos (o como se llamen a orillas del Mediterráneo) y unos buenos trozos de solomillo. Un menú completo.
Empezamos por degustar las famosas croquetas. Las tienen de cuatro tipos: ave, bacalao, txipis y boletus. Al probarlas me di cuenta que la fama de estas croquetas estaba más que justificada. Muy, muy ricas, con gran sabor y terriblemente suaves. La de ave, por ejemplo, se notaba el sabor y la calidad de la materia prima. Era un buen pollo de corral. Al igual que el bacalao y los txipis. Se veían y notaban los trozos con los que estaban hechas. Unas croquetas de 10 absoluto.
Las clochinas estaban hechas con una receta familiar. El sábado estuvimos comiendo una paella hecha por los padres de María y de aperitivo pudimos probar las clochinas cocinadas de esta manera. Impresionantes. También la paella. Merece una entrada para ella sola. Igual me ánimo a subir la receta. Pocos ingredientes, elaboración sencilla y ejecución perfecta. Un plato brutalmente delicioso, además de sano y nutritivo.
Con el carpaccio de berenjena nos surgió una anécdota. Uno de los comensales, Javi (@JaviLopezG), el CEO de GPMESS (@GPMESS), nos dijo que el sabor le recordaba a los chupachups de Kojak. Para nada. No sabemos qué clase de paladar tiene el cántabro. La berenjena estaba deliciosa. Con parte sano espolvoreado por encima y mozzalera fría por debajo. Uno de esos platos que miras y presumes calientes (aunque el carpaccio sea frío.
Después pasamos a los sartenekos. Ya sabéis, esos platos presentados en cazuelas que constan de huevos, patatas y algún elemento extra. En este caso pedimos de txistorra (más tradicional) y de foie. Me gustó más el segundo, porque la grasa que suelta el foie lo convierte en un plato más armónico. Es como si resbalase en la boca. Un gran acierto, sin duda.
Para finalizar los platos, pudimos comer unos trozos de solomillo acompañados de ajos tiernos que estaban con el punto justo. Normalmente me gusta la carne algo más roja, pero no tengo queja ninguna. La carne estaba como debía de estar, deliciosa. Tras acabar con eso, nos decidimos por los postres, todos caseros. A excepción del helado de cookies que se zampó @Carballo.
Yo me decidí por el cremoso de queso. Sabéis que me encanta y aunque me zampé un buen trozo de tarta de queso para desayunar en el ‘Dulce de Leche‘ de Ruzafa, no puedo evitar otra. Me recordó mucho al que comí en el Coppola de Bilbao. Servido y hecho de manera similar, sólo encontré un pequeño fallo en la cena perfecta de Casa Pepa: la temperatura del cremoso de queso. Igual es que soy maniático (que lo soy), pero me gusta tomarla fría. Muy fría. Y estaba a temperatura ambiente. Muy rica, eso sí. Nada que reprochar. Sabía tanto a casa…
Igual me aventuro demasiado al decir que sólo la cena en Casa Pepa ha hecho que merezca la pena el viaje. Ha habido más cosas, más restaurantes y más platos, pero estos son de los mejores. No me parece descabellado hacer una escapada desde provincias y comunidades limítrofes con la única excusa de probar la comida de este restaurante. Por supuesto, es casi pecado no haber probado las croquetas de Casa Pepa si vives en Valencia.
No se llevará una estrella Michelin. Ni atraerá a la élite gastronómica nacional o mundial. Casa Pepa no es eso. Es comida de calidad, con cariño y hecha en casa. La de Pepa Talavera, concretamente. Tengo que repetir. Y pronto. Tengo que ir un fin de semana que abren a mediodía y probar la fidefoie y los arroces. Es casi imperativo legal. Me voy de Valencia con una asignatura pendiente parecida a la que traía: comer en Casa Pepa. ¡Volveré!
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