‘Samurai gourmet’, una serie que no se debe ver con hambre

No todo es comer. Mucho sí, para algo tengo el Txoko en el que lo voy demostrando poco a poco. Me gusta comer, pero también tengo otras aficiones. Una cosa que me encanta es cuando se pueden juntar. No me refiero a comer mientras veo series o juego con la consola (aunque también). Me refiero a que esos productos de ocio digital tengan como temática o se centren en la comida como un elemento principal del mismo. Pasa con pocos juegos, pero los hay. Un ejemplo que me gusta mucho es ‘Cook, Serve, Delicious!’ y su secuela. Con las series de televisión y/o películas pasa algo más. Ya comenté en un programa de ¡A La Velocidad Absurda! que me encanta ‘Chef‘ de John Favreu, pero hoy os quiero traer una serie que me ha fascinado desde el principio hasta el final de su primera temporada: ‘Samurai gourmet‘.

 

La serie parte de una premisa muy sencilla. Takeshi Kasumi acaba de jubilarse y se dedica a deambular por la ciudad y probar los diferentes restaurantes y comidas que ofrecen allá donde le lleven sus pasos. Una excusa como otra cualquiera para mostrar la rica y variada gastronomía japonesa. Como suele pasar con tantas cosas, en este lado del mundo conocemos algunos platos e identificamos Japón con sushi, aunque la variedad de platos que elaborar en el país del sol naciente es bastante más amplia que los makis o los nigiris.

Siguiendo a Takeshi a través de los doce capítulos de los que consta la primera temporada, descubriremos parte de la cultura japonesa gracias a la aparición de un ronin (samurai sin señor) que hace frente a los problemas que surjen y que Takeshi no sabe o puede afrontar. Son ensoñaciones, pero muestra una personalidad aguerrida, totalmente alejada de lo que es Takeshi. Un contrapunto para el héroe de la historia.

Una de las cosas que más me sorprende de la serie es el choque cultural que me provoca. Un ejemplo muy claro, en el primer episodio, el protagonista duda de si tomarse una cerveza durante la comida porque no está bien visto. Luego recuerda que está jubilado, le da igual y disfruta mucho de la cerveza. Eso en España es lo más normal del mundo. Hay gente que bebe cosas peores antes de entrar a trabajar.

Vamos a entrar en la parte de la comida, que es lo que destaca en la serie. Siempre que pide algún plato se muestran un par de escenas con planos muy cortos de cómo lo elaboran y la degustación del mismo. Es, simple y llanamente, la definición del término anglosajón food porn. Pornografía gastronómica. Precisamente por estas imágenes hay que ver esta serie bien comido, porque aún así te va a dar hambre y ganas de probar todos y cada uno de los platos.

Takeshi a punto de probar sus yakitoris.

También sorprende ver algunas interpretaciones niponas de los platos occidentales, principalmente italianos. Son maneras de elaborar los espaguetis (por poner un ejemplo) que ni se me hubieran ocurrido. Yo los hago de otra manera y aquí tienen un aspecto distinto que dan ganas de ir a comer a italianos en Japón (restaurantes, no personas).

Como digo, todo el tratamiento que recibe la comida en esta serie es magnífico. Es un producto hecho por y para mostrar platos y elaboraciones en todo su esplendor. También para hacer un pequeño repaso a la cultura japonesa más de barrio, con sus negocios tradicionales y ese tipo de cosas que no suelen salir en mangas o animes porque no tratan de eso.

On egin, Takeshi!

La serie está basada en un manga de Masayuki Kusumi con ilustraciones de Jiro Taniguchi del que ya os hablaré en otro post porque tengo uno de los ejemplares y merece la pena un texto para él solo. Está basado, a su vez, en un ensayo sobre la gastronomía japonesa escrito por el propio Kusumi, por eso refleja tan bien esa parte de la cultura nipona.

Un maravilloso recorrido por la sociedad japonesa, con problemas generacionales o su relación con los turistas incluidas, y, por supuesto, por lo más granado de la gastronomía japonesa. Prepárate a soñar con un magnífico ramen, con yakitoris, con una barbacoa coreana o con el magnífico desayuno de un hostal en la costa japonesa. ¡Qué hambre me está entrando, leches!

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