A principios de año fui con la familia a cenar al Bar París de Romo. Este es un sitio que mi padre me ha recomendado en múltiples ocasiones, pero nunca había surgido la oportunidad de ir. Tampoco sabía muy bien dónde se encontraba, porque es un bar un poco escondido y más si no conoces bien la zona. Partimos de la base de que es un bar típico y tradicional. También es pequeño, dos o tres mesas para entre seis u ocho comensales cada una más o menos. Lo recomendable es reservar antes para no quedarte sin sitio.
Como digo es un tanto rebuscado de encontrar y más si no conoces la zona. Se ubica en la Plaza Larramendi del barrio de Romo en Getxo. Con Google Maps lo encontráis fijo. Llegamos nos sentamos y nos pusimos a ojear la carta. Tiene una interesante variedad de platos. Desde hamburguesas hasta los pinchos morunos, la especialidad de la casa. Porque aunque no lo parezca, el Bar París es un local especializado en comida moruna (creo que es el término correcto). Y todo delicioso, eso sí.
Decidimos empezar con una ensalada. Aunque hay dos o tres para elegir en la carta y con distintos tamaños dependiendo de la cantidad de comensales, nos decantamos por la básica de lechuga, tomate y cebolla. ¿Para qué más? Lo cierto es que estaba cojonuda. Bien aliñada y con los ingredientes que se notaban de calidad, no sacados de un paquete y ale, seis euretes por una ensalada de bolsa. Hermosa ensalada.
Seguimos por un par de raciones de fritos. Unos pimientos verdes deliciosos y unas patatas que también se notaban caseras y bien hechas. Los pimientos bien fritos y con el punto justo de sal en una ración generosa. Éramos cinco en la mesa y cogimos unos cuantos cada uno, en la foto solo se ven dos, pero porque la saqué tarde. Para dos o tres personas es una buena cantidad de pimientos. En cuanto a las patatas, ya véis que la cantidad también es más que suficiente. No os vais a quedar con hambre si es lo que pensábais.
La estrella de la cena fue, como podéis imaginar, los pinchos morunos de cordero. Pedimos diez (dos para cada uno), pero acabamos pidiendo una ronda extra porque están muy buenos. No tardan mucho en hacerlos y tienen todo el sabor moruno que se le pide a estos platos. Acompaña, si quieres, con un poco de picante en polvo que puedes espolvorear por encima para darle un poco más de pegada a la comida. Ni que decir cabe que están cojonudos.
Para terminar la velada pedimos un té moruno. Algo digestivo para ayudar a bajar toda la cena. Puede parecer poco, pero fue una cantidad considerable de comida. No soy muy de tés, no me suelen entusiarmar, aunque hay excepciones como el ahora renombrado como Zurima. Probé este y estaba muy bueno. Dulzón, pero sin llegar a empalagar en ningún momento. Una virtud poco apreciada, pero muy importante cuando falta.
Al final, el precio rondó entre los 15 a los 20 euros por persona, no lo recuerdo exactamente. Incluyendo dos botellas de vino, varias cervezas y refrescos. Nada mal, la verdad. Además el servicio es muy amable y el ambiente es casero. Sin ínfulas. Es como bajar al bar de la esquina (que para alguna gente lo es) a cenar unos pinchos morunos. Una visita tremendamente recomendada.