La semana pasada acudí hasta la capital de Euskadi para asistir a una master-class en el hotel Silken Ciudad de Vitoria de la mano de Raúl Cabrera, un reputado cocinero que también es el chef ejecutivo en el Puerta de América de Madrid. De eso os hablaré en otra ocasión, hoy os quiero presentar el lugar donde estuve comiendo antes de ir a las cocinas del hotel. Se trata de un clásico de Vitoria-Gasteiz al que ya he ido en alguna que otra ocasión. Es el perretxiCo, situado en el número 3 de la calle San Antonio, cerquita del Parlamento Vasco.
Aunque haya menús interesantes, lo realmente llamativo del perretxiCo son los pintxos. Así, cuenta con una amplia y lustrosa barra de pintxos de toda clase y variedad. Desde un lingote de foie hasta una focaccia de champiñones, con queso de cabra. También tienen postres, no os creais. Casi todos a base de una de las grandes delicias del País Vasco: el queso Idiazabal.
El local es muy amplio. Tiene una barra con cierta parte de la cocina a la vista y la vitrina con los pintxos a la vista, pero lejos del alcance de la clientela. Así puedes ir viendo las muestras ante de decidir. Aunque si hay bastante gente en la barra es algo complicado ver qué hay realmente para probar.
Una de las cosas que más llama la atención es la tapa o ración de torreznos de Soria que puedes pedir para degustar por 1’50€ (la unidad). Aunque no sé a quién demonios se le ha debido ocurrir ponerle limón a esta maravilla de la naturaleza. Si volvemos al local, además de la barra se puede ir al comedor y decidirse por alguno de los menús de pintxos propuestos.
Siendo los pintxos como son una de los atractivos turísticos de Euskadi, su capital no podía quedarse atrás en este sentido. Bares como el perretxiCo lo evidencian. Hay vida gastronómica más allá de Bilbao o Donosti. Por supuesto que hay más lugares buenos e interesantes para comer en Gasteiz. De hecho, el pintxo-pote es una ocasión cojonuda para ello. Cada bar presenta el mismo pintxo cada jueves, así que puede servir para descubrir maravillas en miniatura. Por lo pronto, este templo del buen comer se queda marcado en mi ruta.
