En mi infatigable búsqueda de nuevos restaurantes para probar y reseñar en Bilbao acabé dando vueltas el pasado miércoles por el Casco Viejo de la capital vizcaína. Solo tenía en mente dos cosas: menú del día y albóndigas. Me puse a pasear por las callejuelas y acabé dándome de bruces con el cartel del Harrobia, con una doble entrada por la calle del Perro o la calle de la Torre (Txakur Kalea – Dorre Kalea en euskera). Creo que entré por esa segunda calle al ver el menú del día por 12,90€ y albóndigas en el menú. El menú es 10 céntimos más barato que en otros restaurantes cercanos, pero fueron las bolas de carne en salsa las que decantaron la balanza.
Tras observar la carta y con el segundo plato decidido, me quedaban varias opciones para los primeros y el postre. De entre todo me decidí, a pesar del calor veraniego, por las alubias con sus sacramentos, las dichosas albóndigas en salsa de vino blanco y un milhojas de postre. Una combinación ganadora y mortal, como descubriría posteriormente al levantarme.
Siempre he sido muy de alubias y suele ser un plato que se hace bastante en los restaurantes bilbaínos y no defrauda. Ya lo probé en su día en el restaurante Kasko y me gustaron. A pocos metros de aquel está este Harrobia y también merece el esfuerzo de acercarse a conocerlas. Un plato generoso y soposo. No me malinterpreteis, me encanta que las alubias tengan una cantidad considerable de caldo, más caldo que alubias. Con su chorizo blandito y jugoso y su panceta para añadir sabor y calorías. Un plato que bien hecho siempre es un acierto, da igual la época del año. Este lo fue, sin duda.
Mis ganas de albóndigas surgieron de una conversación en Twitter iniciada por este mensaje de @CalvoConBarba al respecto de este plato tan delicioso. Así que mis ganas de albóndigas me llevaron hasta el Harrobia. Aunque la pinta no era muy alagüeña, el resultado final me sorprendió gratamente. Me recordaron gratamente a las que comía en el colegio. Las albóndigas del cole eran uno de mis segundos platos preferidos de todo el repertorio que tenían en la cocina. La masa con la que las habían hecho tenía pimiento rojo y me pareció un acierto. Tal vez lo que me falló fueron las patatas, que estas bolas merecían (y pedían) unas patatas fritas. Pero ninguna queja. Un plato muy rico, aunque no al nivel de las del Saniko.
El postre, el milhojas de hojaldre con nata, fue lo que acabó de matarme. Acompañado de chocolate caliente me resultó un poquito más empalagoso de lo que me gustaría. Esto suele ser un problema mío, que me canso pronto del dulce. Si este postre hubiese sido un poco más pequeño, hubiera sido el final perfecto. A pesar de ello, tras meterme esos dos platos con una cantidad bastante abundante, salir cuasi-rodando del restaurante no es ninguna queja, ni problema. El postre estaba rico, no quiero que se piense que digo lo contrario.
Así que el resumen de esta visita inesperada al restaurante Harrobi del Casco Viejo de Bilbao es positivo. Un restaurante céntrico con un menú interesante y una buena cocina. La verdad es que lo que se veía en las otras mesas tenia una gran pinta. Ajustado de precio (por unos céntimos es el más barato de la zona) y un servicio bastante rápido. El menú, por si no quedaba claro, también incluía bebida (botella de agua de litro y medio, vino o cerveza) y pan, que estaba bueno por si solo. Una visita recomendada.