Últimamente he ido bastante a Vitoria para temas de curro (vale, solo dos veces en dos semanas, pero eso es una media alta para lo que suele ser habitual) y he aprovechado para comer en sitios con buena pinta. Tengo que reconocer que al margen del Sukalki, me ha costado encontrar restaurantes o gastropubs en los que comer. No porque falten en la capital de Euskadi, más bien porque no he encontrado blogs que hablen sobre ellos. Casualmente, Prado 24 lo encontré gracias a una de las múltiples páginas de información para turistas que tiene el Ayuntamiento, la Diputación de Álava-Araba y/o el Gobierno Vasco. Sea como fuere, descubrí este restaurante y me lancé a probar su menú del día.
Según leí, una de las especialidades de este gastropub son los arroces, así que ya tenía más o menos decidido el primer plato del menú. Aún así, quise dejarme sorprender un poco por lo que tenían y decidí leer la carta con detenimiento, no vaya a ser que hubiera algo que me motivase algo más. No fue el caso. ¡Arroz se ha dicho! Menú del día que cuesta 16€, un precio ajustado a lo que dan. Un poco más que lo que se suele pagar habitualmente (alrededor de 12€), pero están justificados.
De primero, ya digo, me decidí por el arroz. No soy muy fan de las patatas a la riojana, aunque otras mesas lo pidieron y tenían buena pinta. Así que me lancé al arroz al horno marinero con sepia y pulpo. Lo sirven en la propia cazuela que introducen en el horno para hacerla. Una ración considerable. Lo que ahí se ve es el plato para un comensal. Como digo, tiene un tamaño majo y llena bastante, la verdad. Estaba muy rico, caldoso (como me gusta) y se le notaba mucho el sabor de la sepia y el pulpo, lo cual es de agradecer porque, lógicamente, son los protagonistas del plato. Un gran arroz, sí señor.
Con el segundo plato tuve bastantes más dudas que con el primero. Descarté casi desde el principio los chipirones por no ser redundante, ya tenía pulpo y sepia en el arroz. El wok de atún me llamaba mucho, no así tanto el magret de pato (aunque soy turbofan del pato, sobre todo en los chinos, aunque sea congelado). Al final, me decanté por las carrilleras. Un plato sencillo y rico que suele funcionar muy bien. ¡Y fue el caso! Servidas en una cazuelita, tres o cuatro cortes de carrillera bien hecha (de estas que son casi mantequilla) junto con unas patatas gajo y una buena cantidad de salsa. Un plato bien hecho y con un regusto interesante. De hecho, el toque de curry no lo noté hasta casi el final, cuando estaba untando el pan en ella. Y fue más un regusto final, eso que dices «umm, sabe como a curry» y luego recordé que, efectivamente, llevaba. Muy interesante, la verdad.
Por último, como suele ser preceptivo, el postre. El camarero volvió a dejarme la carta para elegir un postre al retirar el segundo plato, pero no hizo falta ponerla encima de la mesa. «Cheesecake» dije casi sin pensar. Ya he mencionado en alguna que otra ocasión que tengo dos platos en carta que siempre elijo sin sopesar otras opciones: mollejas y tarta de queso. Así que no contemplé otra opción. Me gustan todas las tartas de queso, incluso las congeladas (algo menos las de Royal). Cuando llegó el tarrito en el que lo sirven me quedé un poco aplanado, no tenía muy buena pinta. Gran parte de esa culpa era del color de la mermelada. ¿Sabéis eso que se dice que no hay que juzgar un libro por la portada? Es muy cierto. Al probar el postre me encantó. Hasta la mermelada estaba deliciosa. La masa de queso estaba extraordinaria y el crujiente de galleta con mantequilla estaba endurecido y crujiente (valga la redundancia), cosa que no suele ser habitual en este tipo de postres en bote. Me quedé con ganas de repetir, porque estaba fabuloso. Cuando acabé, por mi cabeza solo me pasaba la frase de «¿no hay más?». Un acierto total.
Para bajar la comida me tomé un cortado (1,30€) y salí muy contento. Un gran sitio para comer un menú más que interesante. Aunque, eso sí, es recomendable reservar, porque el comedor es relativamente pequeño (entre seis y ocho mesas) y se suele llenar con facilidad. Para que luego no digáis que no os he avisado. Además está en pleno centro de Vitoria, junto a la Catedral nueva, a tiro de piedra de la Plaza de la Virgen Blanca y del Parlamento vasco. Una buena recomendación para comer en Vitoria-Gasteiz.