Como mencioné en el último post cuando hablaba del Bilbao Berria, esa misma mañana de jueves pude disfrutar de la primera cena del día. La que organizaron los amigos (porque su cerveza es excelente) de Alhambra en el restaurante Eneko de Larrabetzu. Restaurante que ya habíamos visitado en la anterior ocasión que pudimos disfrutar de un evento como este, aunque con nocturnidad y alevosía en aquella ocasión. Comentar también que poco después de haber acudido le dieron la primera estrella Michelín (la cuarta del complejo).
«La velada comenzó en el club de caballeros cuando charlábamos sobre Schopenhauer mientras jugábamos al backgammon».
El único problema que tengo con el complejo Eneko-Azurmendi es lo complicado que es llegar hasta él si no se dispone de coche propio. Desde Cervezas Alhambra lo saben bien y nos volvieron a poner un autobús que salía desde la plaza Moyua hasta el susodicho restaurante. Un viaje rápido y poco movido que sirvió para hacer un poquito de hambre e intercambiar anécdotas y puestas al día entre los gastroblogueros invitados al evento.
Según llegamos comenzó la degustación de cervezas con una Alhambra Especial, la botella que viene etiquetada en marrón y dorado. Para acompañar la bebida tuvimos la suerte de poder picotear algunos entrantes especialmente dispuestos para la ocasión. Es cierto que repitieron algunos respecto a la edición de mayo, pero hay canciones que los grupos tienen que tocar sí o sí en cada concierto. Fue el caso de los mejillones o el cucurucho verde. La crema de hongos fue la sorpresilla del aperitivo. Grata (¿gratita?) sorpresilla, rica con un buen sabor a hongos.
La comida propiamente dicha se llevó a cabo en el restaurante Eneko. Ahí, en uno de sus salones principales (donde la otra vez, vamos), nos agasajaron con la Alhambra Reserva 1925. Ya sabéis, esa de la botella verde preciosa con la información grabada en la misma y que es tan complicada de leer. Esa iba a ser la cerveza que nos acompañaría en los primeros platos. El starter pack que lo llaman.
El primer plato que degustamos sentados fue una castaña de foie. Estamos en época de castañas y no es raro ver al señor con el brasero vendiéndolas por docenas (o medias) en mitad de la calle. Esta castaña es, lógicamente, algo especial. Hecha con foie, un trampantojo más visual que gustativo, pero interesante de todas maneras. La tierra era (creo yo) polvo de foie, pero vete a saber…
De la castaña pasamos al cochinillo crujiente y ligeramente picante sobre emulsión de albahaca. Este cochinillo si que tenía aprendido eso del «ligeramente picante» porque estaba ahí, pero apenas se notaba. Una muy pequeña percepción de ese regustillo tan interesante. Por otro lado, el crujiente estaba espectacular y el cochinillo ni os cuento. Una maravilla y un plato sumamente redondo.
Después de dos platos, llegó el momento del intermedio y del cambio de campo. Nos despedimos de la Reserva 1925 y nos llevaron por el camino de la izquierda para acabar en Alhambra Roja, la variedad más oscura de la marca granadina. Aunque también es reserva (por eso sale después del descanso, ¿lo pilláis?).
Ya digo que los clásicos y los grandes éxitos están para ser tocados en concierto, en el momento del subidón, antes de la pantomina de acabar el concierto y tener que pedir el bis, Eneko Atxa y su equipo nos deleitaron con uno de sus platos estrella: el huevo de caserío, guiso de trigo y jugo de pimientos a la brasa con pan de maíz de Mungia. Simplemente MA-RA-VI-LLO-SO. Tal vez no le hayan dado la estrella Michelín al Eneko por este plato, pero se lo merece (el plato, claro).
Antes de llegar al postre nos quedaba un plato rico rico. Se trataba de una merluza acompañada de unas pochas al pil pil. En vez de presentar la propia merluza con una de las salsas base de la gastronomía vasca (junto a la verde, la vizcaína y la negra de los txipirones, según Juan Mari Arzak), decidieron hacerlo en unas pochas. Un plato que puede llegar a considerarse un pequeño menú por si solo, con su primero y su merluza al punto (¿cómo lo harán para clavar siempre el punto?) de segundo.
Terminamos esta ruta gastronómica con un postre un tanto especial. Se trata de un yogur con bizcocho de frutas del bosque, aunque estaba dividido en dos partes. El auténtico sabor de las frutas del bosque se localizaba en un chupito que nos pusieron junto al plato. Así que un trozo de postre, un chupito de frutas del bosque, un trozo de postre y un chupito… Curioso.
Así que en resumen, la velada fue perfecta. Un poco aguada por el hecho de tener que ir luego a trabajar, pero igualmente satisfactoria. Gracias a Cervezas Alhambra pude volver a disfrutar de la cocina de altura que se hace en el Eneko y de mi marca de cervezas favorita de este país.