Hace casi dos meses que estuve por Palma dando vueltas y como tengo esto un poco abandonado (es lo que tiene el verano). Tengo mucho retraso (propio y del Txoko) así que voy a intentar darle un poco de salida a los distintos lugares que probé durante mi estancia en la isla y todo lo que he estado jalando en Euskadi desde mi vuelta. El Claxon es un restaurante bastante reconocido en la isla con un menú algo más caro de lo habitual en la isla (13’50€), pero consistente en cuestión de calidad-precio.
Está situado en mitad de una calle del centro de la ciudad, cerca de la Plaza de España y del ferrocarril de Sóller, por lo que no hay mucha pérdida. Es un local bastante grande con un bonito patio en el que, la verdad sea dicha, tiene pinta de no poder comer en verano los días de mucho calor. El propio restaurante me sorprendió. La estructura de piedra y las vigas de madera del techo estaban al aire y la decoración era vintage. Con carteles propios de los años 30 o 40 y botellas de refresco clásicas de aquella época. Incluso tenían una caja registradora de esas que ya no se ven, muy, muy grande y aparatosa.
Nos sentamos y enseguida nos tomaron nota. Tres primeros, tres segundos y dos postres a elegir en el menú del día. Es curioso porque presentan una versión express en la que te sirven el primer y el segundo plato a la vez y mientras preparan el postre. Como no había prisa, decidimos comer con tranquilidad. Para decidirnos teníamos una cremita fría de calabacín, queso de cabra y espinacas, hummus de garbanzos, tomate seco y albahaca y penne rigatte con salsa rústica. Yo me decidí por el hummus y mi hermana y mi cuñado por la pasta.
El hummus estaba muy rico, con buen sabor. El tomate seco y la albahaca le daban un punto fresco y curioso. Ademñas, al venir acompañado de la tosta, se podía untar y disfrutar mejor. Al final tuve que dar buena cuenta del pan para rebañar lo que quedaba y seguir acompañando el plato. Muy rico. En el caso de la pasta, la salsa parecía más una reimaginación de la rústica tradicional siciliana que una clásica, pero eso no impedía que estuviese muy rico. Como hice con mi plato, casi nos quedamos sin pan rebañando.
Los segundos también tenían muy buena pinta: falafel de guisantes con salsa de plátano, yogur, hierbabuena y cilantro, merluza con cremoso de coliflor y curry y burrito de confit de pato con queso camembert y ensalada de zanahoria y col. Yo me lancé a por el burrito (como mi cuñado) y mi hermana se decidió por la merluza.
El burrito estaba rico. Correcto. No se deshacía e iba perdiendo ingredientes según se iba comiendo. El equilibrio era bueno, aunque eché un poco en falta algo más de confit de pato para sentir que estaba degustando ese plato elaborado de una forma distinta. Como digo, no tengo quejas respecto al equilibrio, aunque hubiera preferido que el pato tuviese mayor protagonismo. En el caso de la merluza, la crema estaba jodidamente espectacular. No me gusta la coliflor, pero esa crema con el curry le daba un punto delicioso. La merluza (con un gran punto) combinaba genial con el plato, aunque se podía haber presentado sin ella y nos hubiera dado igual. Pero claro, es difícil vender una crema de coliflor y curry así a pelo.
Y llegamos a los postres. En este caso nos ofrecieron algo al 50%: melón con espuma de fresa o pudding de chocolate con helado de kinder y salsa de fruta de la pasión. En este punto, mi hermana y yo volvimos a coincidir en el pudding y mi cuñado se animó con el melón. Un punto extra para la presentación de los platos. No solo los postres. Plato de duralex, tarritos sacados de Pinterest, moldes de horno para el pan… Todo un acierto que hizo de la comida en el Claxon algo más.
El pudding estaba rico, nada que objetar. El helado sabía a kínder y eso sigue haciendo que me pregunte cómo demonios lo harán. Como aquel de bollo de mantequilla del Sukam (delicioso). La espuma de fresa del melón era suave y ligera, no empalagaba (aunque solo probé un poquitín). Los postres no me parecieron lo mejor de la comida, pero tampoco malos. Estaban ricos.
Así, entiendo que el Claxon se haya convertido en una referencia. Es un cruce de cocinas (como indica el nombre del mismo) que elabora unos buenos platos, con un precio acorde, una presentación resultona y un local bonito y bien decorado. En resumen, del Claxon me llevo uno de los mejores recuerdos gastronómicas de la isla. Muy recomendado.
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