Llevo bastante retraso con los posts. Tengo varios restaurantes pendientes en Palma de Mallorca y otros tantos aquí en Bizkaia, porque últimamente me ha dado por probar bastante. La semana pasada tuve la oportunidad de participar en uno de los elementos claves de las fiestas del barrio: el famoso concurso de txipirones de Algorta. Por si no lo sabéis, en Euskadi es típico organizar concursos gastronómicos en cuadrillas durante las fiestas patronales de los pueblos o ciudades. En el caso de mi barrio hay dos: txipirones y marmitako. Este segundo se enclava en las fiestas del Puerto Viejo que empiezan mañana y duran hasta el sábado, día del concurso del famoso guiso marinero.
En este caso, formé parte del jurado compuesto por cuatro integrantes: el jefe de cocina del Hotel Igeretxe, el cocinero del Saniko y el del Burdinola-Satistegi. Ahí, tres profesionales y yo, mano a mano para enfrentarnos a 28 raciones de txipirones en su tinta, la receta tradicional. A la hora de votar, teníamos una plantilla para fijarnos en tres elementos y, a partir de ahí, puntuar el plato que teníamos ante nosotros. El sabor de la salsa, la textura del txipiron y la presentación de la cazuela. Con los que hacía mi abuela en la cabeza, me dediqué a probar algunos mejores y otros peores hasta acabar (hasta arriba) con todas las raciones.
El ganador lo hizo sin lugar a dudas. Obtuvo unos nueve puntos de margen respecto al segundo, que también estuvo a distancia del tercer escalón del podio. A partir de esos dos participantes, el resto de posiciones estuvieron muy igualados y hubo que dirimir los puestos primando la salsa y la textura sobre la presentación. Así se decidió el ganador de esta edición del concurso de txipirones de Algorta.
Hay que reconocer el mérito que tienen estas cuadrillas al participar en el concurso y tener que cocinar un plato complejo y tradicional en mitad de una plaza con los elementos que tengas a mano. Algunos tiraron de camping gas, otros prefirieron chapas eléctricas accionadas con bombona de butano… Sea como fuere, plantarte en mitad de una plaza a cocinar al aire libre con lo que has podido pillar en la ferretería, tiene mucho mérito y por ello cada cuadrilla se llevó un trofeo donado por algún comercio local.
Fue una grata experiencia y me lo pasé muy bien. Creo que me podría acostumbrar a esto de ser jurado gastronómico. Al menos ya tengo algo de callo después del Santutxu Pintxotan (y con el blog, claro). A ver si consigo colarme en el del marmitako, que es un plato que me chifla.